miércoles, 20 de mayo de 2009

La Industria Maquiladora de Exportación en la frontera norte de México: Una categoría de análisis para su explicación como realidad social

Artículo para libro colectivo con investigadores de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez


Abstract

Este artículo habla de la Industria Maquiladora de Exportación (IME), misma que ha significado un momento estructural en la conformación de Ciudad Juárez y su historia contemporánea. Hablar de la IME significa recordar el contexto histórico en donde se propició su llegada, su consolidación y su actual momento de crisis o ruptura. También se aborda como una segunda parte constitutiva de este artículo, la representación social como realidad en cuanto a centro de trabajo y espacio de relaciones de producción, poder y vida cotidiana. Así, lo que se pretende es conectar de manera abreviada, la irrupción de la industria maquiladora a la zona fronteriza y lo que ha significado para cientos de miles de vidas humanas, más allá de las visiones economicistas que de la IME se tienen.

Palabras clave: Reestructuración industrial, internacionalización del capital, reorganización espacial de la producción, paro, poder y saber.

Luis Alfonso Herrera Robles*



* Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, en el Departamento de Ciencias Sociales, excoordinador de la Academia de Estudios Culturales, miembro fundador de El Colegio de Sociólogas y Sociólogos de Ciudad Juárez (COLCYS), autor del libro El desgobierno de la ciudad y la política de abandono y coautor de Correspondencias. Cartas, figuras y personajes: una respuesta a la modernidad. Actualmente investigador visitante en el Institut d´Estudis Internacionals i Interculturals de la Universidad Autónoma de barcelona, España.


Presentación

El presente artículo ha sido pensado a partir de una invitación para participar en la publicación de un libro colectivo, por ello, quiero dar las gracias al profesor-investigador Dr. Jesús Rodríguez por su entusiasta iniciativa de compilar artículos que de alguna manera u otra toquen temas que van de lo global a lo local y su repercusión en un espacio concreto: Ciudad Juárez. Desde el momento en que se confirmó que el proyecto de publicación era viable, se ha trabajado <> como parte de una metodología que nos permitiera hilar y conectar nuestros textos, espero no defraudar a la convocatoria a la cual se nos invitó a formar parte. También agradecer al Dr. Sean Golden (Director del IEII) por permitirme trabajar este artículo durante mi estancia como investigador visitante en el Institut d´Estudis Internacionals i Interculturals de


Así, este artículo obedece en la redacción de sus contenidos principalmente a dos grades partes: a) revisar el contexto internacional-global en el que la Industrial Maquiladora de Exportación (IME) arribó a Ciudad Juárez, además de las condiciones estructurales bajo las cuales se proyectó y ejecutó su desarrollo, es decir, los antecedentes históricos y los fenómenos internacionales que se conjugaron para que semejante proyecto —la IME— fuera posibilitado. Y b) las configuraciones sociales propias de las relaciones de producción, poder y saber que como parte de la vida cotidiana de la IME se constituyen entre los individuos que son parte de ella.


Como categoría central de esta segunda parte, se apostó en la categorización de el <> como unidad de análisis y propuesta teórico-metodológica, tratando de innovar y dar nuevas categorías o conceptos a lo que podemos llamar una sociología de frontera. Cabe aclarar, que cuando enunciamos el <> no nos referimos a huelga, ausencia de labores o simplemente paro laboral, sino, al paro como parte del caló fronterizo que de manera sencilla podemos entender como “ayudar o hacer un favor a alguien”, incluso, como dicen los miles de jóvenes operarios “tirar una esquina”, de esto que parece algo simple y sin ningún contenido abstracto o teórico hemos realizado todo un esfuerzo conceptual.

La primera parte de la reestructuración industrial, el fin del programa braceros y el Programa de Industrialización Fronteriza, son el resultado de una revisión bibliográfica e interpretación de los fenómenos mundiales, por su parte, el análisis sobre el poder, el saber y el paro, son un esfuerzo que se realizó en una investigación de campo durante 4 años al interior de varias maquiladoras, desde la observación participante y llevadas a una reflexión teórica a partir de los estudios sobre el poder y la disciplina del sociólogo francés Michel Foucault.

En fin, el artículo busca dar a entender al lector cómo llegó la IME a la frontera norte de México a mediados de los años de 1960 y cómo son las relaciones sociales y de poder que se construyen al interior de estos numerosos centros de trabajo, pensando que se incluye en ellas al 53.5% del total de habitantes (1,300,000 según el censo de INEGI en 2005) de la ciudad.[1] Porcentaje significativo que debe tener una atención especial y contundente por parte de los análisis que sobre la ciudad se realizan.

PRIMERA PARTE

La reestructuración industrial

Existe un proceso de globalización que ha impregnado a la gran mayoría de los modelos económicos y por ende las políticas organizacionales de las grandes corporaciones de los países del primer mundo, dentro de los cuales se origina la industria transnacional de manufactura; en ella asiste una nueva división internacional del trabajo, proceso que se inicia poco después de la Segunda Guerra Mundial. Este artículo no pretende profundizar en el proceso de globalización porque entendemos que autores como David Held, Zygmunt Bauman, Ulrich Beck, Saskia Sassen, entre otros, han dedicado parte de sus reflexiones a tratar de entender este fenómeno.


Es ésta globalización la que ha permitido el desarrollo del proceso de industrialización del capital, el cual ha sido conceptualizado como de carácter estructural y que representa una revolución tecnológica que permitió fragmentar procesos de producción en diferentes lugares del mundo, además de haber abatido los costos de producción y ha desarrollado nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que se hacen acompañar de nuevas formas de trabajo inmaterial, es decir, afectivo e intelectual.[1] También integró a todos los países subdesarrollados a la producción manufacturera industrial mundial por medio de las corporaciones internacionales; y por último, modificó las estructuras ocupacionales provocando procesos de industrialización prematuros, tardíos e incompletos.

“Las nuevas formas de producción: la hegemonía del trabajo inmaterial. En el pasaje hacia estos cambios en la soberanía imperial...asistimos hoy a significativas transformaciones de los procesos productivos. Desde nuestro punto de vista está emergiendo la hegemonía de la producción inmaterial respecto a las demás formas de producción. Este hecho reemplaza la precedente hegemonía de la producción industrial”.[2]

Ahora ¿cómo argumentar la presencia de la IME en México ante esta “globalización del capital” y la “reestructuración industrial mundial”? En primer lugar, podemos decir que “las maquilas en México son producto de la reestructuración de la economía internacional y de factores internos en la frontera norte que no responden a un fenómeno económico estructural y a decisiones políticas de estrategias de desarrollo”,[3] por el lado mexicano.



Los principales factores por las cuales arribó la IME al norte mexicano fueron el bajar sus costos de producción para la industria transnacional y por otro lado la creación de fuentes de empleo en México. Ambos factores son parte de una cadena de justificaciones basadas en costos y beneficios. Esta reestructuración industrial tuvo en su origen tres economías protagonistas en un marco de globalización económica, donde la competencia tendió a internacionalizarse y salir de pequeños o grandes mercados internos y en su caso regional (como la Unión Europea), siendo tres los actores políticos y económicos (Europa, Japón y Estados Unidos) de importancia los pioneros de esta reestructuración macro.

En un afán de competencia, hace un par de décadas, los países altamente industrializados de Europa (el caso más evidente fue el de Alemania), sacan de sus territorios algunos segmentos del proceso de producción insertándolos en países menos desarrollados como España, Portugal, Grecia e Irlanda, además del norte de África (Marruecos, Túnez y Argelia). Por su parte, Japón instaló maquilas o factorías en Asia, en Taiwán y Corea del Sur (en un principio) y por último, Estados Unidos desarrolló procesos de ensamblaje en países latinoamericanos en vías de desarrollo, con poblaciones de jóvenes empobrecidos donde Centro América y México fueron su <>.


Hoy día, algunos países de la Unión Europea como los mencionados anteriormente han logrado pasar del otro lado del desarrollo e integrarse de manera plena a la actividad industrial (sobre todo en la construcción) y buena parte de las plantas industriales que se establecieron en los años setenta se están mudando a países menos desarrollados en el este de Europa. Mismos países ex-soviéticos o comunistas que han caído en una especie de bache histórico del cual les ha sido muy difícil salir.


Estos tres actores protagónicos iniciaron su política de expansión con una reestructuración industrial, por supuesto, acompañada de políticas específicas en el uso y explotación tanto de tecnologías rígidas (proceso de producción) como blandas (políticas empresariales y administrativas), y de relaciones y condiciones bajo las que podrían trabajar en determinado país. Pero dentro de un efecto de globalización, México forma parte como una unidad o segmento más, de la economía de otros países industrializados. De lo que algunos autores como Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi llaman sistema-mundo moderno.[1]

México, al igual que otros países subdesarrollados, busca alternativas para sus fuentes de ingreso, como paliativo, para sanar a corto y mediano plazo parte de su economía nacional. Además de reducir sus tasas de desempleo. México es parte de un todo y la IME sólo una de sus partes, es decir, un engranaje más de una inmensa maquinaria, de la cual no se conoce a sus dueños, ni se personifica ni personaliza ningún tipo de relación social de producción.

Los cambios en la economía de Estados Unidos a nivel mundial y los resultados de la presencia de la IME en el norte mexicano, no se puede reducir a una función del la llamada sociedad postindustrial de Daniel Bell[2] y Alain Touraine.[3] Estamos presenciando —según Jorge Carrillo— un vasto proceso de reestructuración del sector industrial, la reorganización espacial de la producción, el establecimiento en países subdesarrollados de los servicios de consumo final y otros servicios tradicionales, el crecimiento marcado del sector de servicios intermedios que venden a las empresas seguridad, cocina industrial, limpieza, servicios médicos, entre otros.


Este proceso de reestructuración tuvo como punto de partida para su desarrollo la reorganización espacial de la producción, a partir de un análisis de prioridades para el establecimiento de extensiones o unidades del proceso de producción fuera de su lugar de origen (para el caso mexicano los Estados Unidos), teniendo como objetivo la reducción de los costos de producción y la finalidad de crear un amplio mercado de consumo y adquirir mayores ventajeas en la competencia con países desarrollados de Europa (Alemania, Inglaterra y Francia) y sus principal oponente, Japón. Hoy se le suman China, India y Brasil.

“La entrada de fábricas de capital extranjero, dedicadas fundamentalmente al ensamblaje de componentes a al procesamiento de materias primas, tuvo su origen fundamentalmente en dos procesos: en primer lugar, diversas empresas estadounidenses se vieron obligadas a reducir sus costos de producción para poder competir con las economías europea y japonesa que amenazaban al mercado estadounidense, por lo que se trasladaron aquellos procesos productivos intensivos en fuerza de trabajo hacia zonas de bajos salarios como México; en segundo lugar, el proceso de urbanización en la zona fronteriza norte, que desde mediados de los cincuenta ha resultado en altas tasas de desempleo y subempleo, y en una clara inestabilidad para la mayoría de sus habitantes, ha provocado una necesidad imperante para atraer inversiones orientadas hacia la creación de empleos a bajo costo”.[1]

Pero en Estados Unidos este proceso de movilidad del capital hacía América Latina ha provocado una dislocación de la economía con su impacto social principalmente reflejado en el cierre de plantas maquiladoras y en la consecuente perdida de empleos, mientras en la frontera norte de México las maquiladoras se han erguido en polos de industrialización y han generado beneficios, como empleos y acumulación de divisas, principalmente; pero también costos sociales tales como la dependencia económica, la migración desde algunos estados del noroeste y más recientemente del sur del país y el crecimiento de manchas urbanas fronterizas a un ritmo tal que las demandas de los servicios básicos rebasan la capacidad de respuesta de los municipios y estados. Es decir, en este proceso global, Estados Unidos se desindustrializó y México pasó a industrializarse, o al menos a maquinizar su sistema productivo y manufacturero.

Presentamos a continuación una lista de ventajas circunstanciales que en la década de los sesenta fueron observadas por los capitales estadounidenses, para comparar a México con otros países latinoamericanos y dar prioridad a esta frontera para la instalación de maquilas: a) geográficamente, está a un paso de los principales centros de producción y consumo del suroeste de Estados Unidos, y comparte 3,200 Kilómetros de frontera con este país.

Por otro lado b) urbanísticamente, existen siete ciudades (Juárez, Mexicali, Tijuana, Agua Prieta, Nogales, Nuevo Laredo y Reynosa), con vías de acceso que permitían una rápida comunicación con el resto de Estados Unidos y el personal administrativo alto y medio podía radicar en el lado norteamericano y trabajar en México. En cuanto al aspecto económico, el gobierno mexicano ofreció incentivos y bajos aranceles, existía una mano de obra abundante, había un fuerte flujo de migrantes, bajos salarios comparativos y facilidad en el cambio de divisas.

En el ámbito político c) el gobierno mexicano gozaba de una fuerte estabilidad apoyada por la creación de sindicatos oficiales y mantenía un rígido sistema de control laboral en el país a través de la Confederación de los Trabajadores Mexicanos (CTM) y la Confederación Revolucionaria Obrera y Campesina (CROC). Era difícil, entonces que con todas estas ventajas, el capital transnacional no prefiriera a México sobre otros países centroamericanos con problemas políticos y sociales, con una inestabilidad generalizada que representaban riesgos para su capital y por lo cual, no estuvieron dispuestos a experimentar.

Es después que Centroamérica “resuelve” sus inestabilidades políticas a mediados de la década de los ochenta, representadas por la lucha por el poder entre el Estado y grupos armados opuestos al gobierno, que algunas corporaciones estadounidenses, ven con buenos ojos sus terrenos para instalar sus industrias manufacturas. Hasta aquí, hemos visto el surgimiento de una reestructuración industrial a nivel mundial. Y que una de sus principales causas fue la reorganización espacial de la producción dando como resultado una nueva organización espacial de la producción en los países de América Latina y como caso específico la frontera norte de México.

Podemos asegurar ahora, que el posible cierre de plantas tanto en Estados Unidos como en México desde la implantación de la IME en —1965— no se deberá solo a los problemas de una mala economía o una crisis en ambos países, sino a esta reorganización que en un futuro inmediato estamos expuestos a vivir, otra organización espacial de la producción y que en ese sentido somos vulnerables a ajustes y cambios del capital internacional de las grandes corporaciones. Lo que se intenta decir, es que, el cierre y salida de las fábricas transnacionales se debe a la apertura de otros mercados más grandes y poblados como el caso de China e India. De una crisis global de tipo estructural mayor —dicen— a la de 1929 iniciada en los Estados Unidos.

Ignacio Ramonet los resumía así en noviembre de 2008, en su edición de Le Monde Diplomatique en español:

“El Apocalipsis financiero no ha terminado. Se está transformando en recesión global. Y todo indica que vamos hacia una Gran Depresión. Por espectaculares que sean las medidas adoptadas en Europa y en Estados Unidosno van a provocar el final de las dificultades. Lo admtió el propio Henry Paulson, Secretario del Tesoro estadounidense: “A pesar de nuestro gran plan de rescate, más instituciones financieras van a ir a la quiebra”. En un informe de la cisis de los últimos 30 años, El Fondo Monetario Internacional (FMI) confirma que las que tienen a los bancos y al sector inmobiliario como protagonistas son especialmente intensas, largas, profundas y dañinas para la economía real. Los efectos ya se extienden por los cinco continentes: en unas semanas, el real brasileño ha perdido el 30% de su valor, el zloty polaco, un 22%; la rupia india, un 10%; el peso mexicano, un 14%. Presiones similares afronta Indonesia, Filipinas o la República Checa. El mundo va camino de sufrir su peor pesadilla desde 1929.”[1]


El fin del Programa Bracero (1942-1964)

Estados Unidos es desde principios del siglo XX, una potencia económica, política y militar, es por eso, que cuando este país sufre una crisis, recesión o guerra, el resto del mundo se ve afectado, sobre todo países como el nuestro cuyas economías mantienen estrechos vínculos económicos con dicha nación, un buen ejemplo de esto es la recesión del 2001 cuando pudimos observar la salida de fábricas a China y que apenas recientemente el año 2008 y lo que va del presente, han llegado a Ciudad Juárez nuevas plantas maquiladoras. Sin compararse con sus mejores años y sin poder compensar el desempleo producido en el 2008 por la crisis económica mundial.

Debido a lo anterior, durante la recesión de 1929, la Segunda Guerra Mundial que experimentaba Estados Unidos, México había jugado un rol importante en la economía estadounidense como válvula de escape con una participación a manera de complemento o reserva más que en una relación entre dos naciones iguales con autonomía y solvencia económicas propias. En el caso concreto de la guerra y la postguerra de los años cuarenta, cuando gran parte de la mano de obra masculina estadounidense en edad activa laboral, como reproductiva, fue solicitada por su gobierno para la defensa de su soberanía y del esquema democrático occidental, la desocupada mano de obra mexicana se hizo cargo de solventar las carencias habidas al otro lado de la frontera.

Esta coyuntura bélica trajo como consecuencia la caída de la producción de sus campos agrícolas, y en tanto otras ramas de la economía nacional se vieron igualmente afectadas. Con todo ello surgió la necesidad de buscar alternativas que le dieran al gobierno de los Estados Unidos una posible solución para resolver el problema que representaba la falta de mano de obra y sostener así una economía que dedicaba una gran cantidad de sus recursos a la industria bélica y de la guerra misma.

Hasta entonces, la relación entre México y Estados Unidos aún era diariamente opuesta a lo que a partir de 1950 se vivió, es decir, la dependencia aumentó y con esto las nuevas formas de intervención en la economía mexicana por parte del capital norteamericano. Estas nuevas formas se caracterizan de manera distinta porque en los años cincuenta modificó la naturaleza de las relaciones económicas con el vecino del norte.

El dominio extranjero se diversifica de la inversión indirecta (los prestamos) a la inversión directa, la resistencia tecnológica y, más recientemente, a la IME. Es por eso que en un contexto de guerra por un lado y desempleo —acompañado de una muy baja calidad de vida— por el otro, surgieron programas gubernamentales de índole bilateral para darle salida a los problemas de manera conjunta.

En 1942 se estableció el “Programa Bracero”, debido a la necesidad imperante de la economía estadounidense por recuperar sus niveles de productividad en el campo, a través de la participación de la mano de obra agrícola mexicana; esto trajo consigo una gran movilidad espacial por parte de braceros (legales e ilegales) que propició el crecimiento acelerado de las actividades fronterizas. Entre ellas el comercio y los servicios.

La economía norteamericana requirió tanto de ésta mano de obra agrícola —barata y trabajadora— que, decidió en 1951 aprobar una ley pública (llamada Ley 78), en la que se establece el “Acuerdo Internacional sobre Trabajadores Migratorios” conocido anteriormente como “programa Bracero”. Con este nuevo acuerdo el gobierno norteamericano, más que el mexicano, intentó controlar la inmigración[2] de trabajadores agrícolas por medio de contrataciones temporales dentro de su territorio.

Pero la agricultura y sus precios mantuvieron el ritmo de crecimiento y ya, a principios de los años sesenta la actividad agropecuaria de los Estados Unidos sufrió un grave descenso que trajo consigo la caída del campo, y como consecuencia, que muchos braceros mexicanos quedaran desocupados. Por otro lado, a México arribaron en éxodo miles de trabajadores deportados —entre jornaleros y piscadores— por el Departamento de Migración de Estados Unidos.

La mayoría de los mexicanos deportados en los años sesenta, nunca regresaron a sus lugares de origen, estableciendo sus familias en las localidades a lo largo de la frontera. Es así que en esta década, con la crisis agrícola en la región del sur de Estados Unidos y el norte de México, con poco impulso de la actividad turística causada por el fin de la guerra, la frontera empieza a generar una alta tasa de desempleo, debido a que la agricultura norteamericana no fue la única en verse afectada, por ejemplo el Valle de Juárez se vio tocado por la crisis del país vecino. Todo lo anterior, para principios de 1964, se conjuga y provoca la cancelación unilateral del Programa Bracero, lo cual tiene como consecuencia inmediata el generar miles de desocupados que a su vez son deportados.

Sería importante mencionar aquí, que el gobierno mexicano, en un intento de dar vida a la frontera y a su turismo, creó en 1961 el Programa Nacional Fronterizo (PRONAF) y una década después (1971) el llamado programa “artículos gancho”. Estos dos programas surgen con la intención de dar vida a un turismo tocado por la reciente partida de soldados destacados en Fort Bliss de El Paso, Texas, que de una u otra manera eran fuente de ingresos para el turismo u algunos otros servicios.

El inicio de nuestro período esta fechado en 1965, con el surgimiento del Programa Industrializados Fronterizo (PIF) que tenía por finalidad el abatir los altos índices de desempleo después de la cancelación del Programa Bracero. Es decir, ya no requerían por el momento de esa fuerza de trabajo agrícola, la guerra hacia algunos años que había terminado. La economía estadounidense comenzaría a deshacerse de una masa de trabajadores, casi todos agrícolas, que ya no eran necesarios para su desarrollo y a partir de ese momento representaban un serio problema. Enseguida tenemos un cuadro representativo de la cantidad de braceros legales e ilegales en el período que cubre de 1942 a 1964.


Tabla 1


Migrantes mexicanos a los Estados Unidos de 1942-1965

Año

Inmigrantes admitidos legalmente

Braceros

Migrantes ilegales aprehendidos

1942

2,182

4,203

ND

1943

3, 958

52,098

8,189

1944

6,399

62,170

26,689

1945

6,455

49,454

63,602

1946

6,805

32,043

91,456

1947

7,775

19,632

182,986

1948

8,730

35,345

179,385

1949

7,977

107,000

278,538

1950

6,841

67,500

485,215

1951

6,372

192,200

500,000

1952

9,600

197,100

543,538

1953

18,454

201,380

865,318

1954

37,456

309,033

1,075,168

1955

50, 772

398,650

243,608

1956

65,047

445,167

72,442

1957

49,154

436,049

44,451

1958

26,712

432,857

37,242

1959

23,061

437,643

30,196

1960

32,084

315,846

96,651

1961

41,632

291,420

29,817

1962

55,921

194,978

30,272

1963

55,253

186,865

39,124

1964

32, 967

177,736

43,844

1965

37, 969

20,236

55,340

Tomado de Mónica Verea Campos. Entre México y Estados Unidos:

Los indocumentados. México, Ediciones El Caballito, 1982, pp. 164-1965.


El Programa de Industrialización Fronteriza (PIF)

En 1964 se conformó una coyuntura muy especial (y espacial), en la que se conjugaron elementos regionales, nacionales e internacionales, que dan como resultado final la implantación de la IME en territorio mexicano, concretamente en el espacio fronterizo.

La deslocalización (la reorganización espacial de la producción) y desterritorialización del proceso productivo, en busca de una mayor tasa de ganancia, fue el elemento internacional; la necesidad de terminar con el desempleo propiciada por el término del contrato braceril y la crisis agrícola de algodón en el Valle de Juárez fue el factor regional; por otro lado, la idea de tener en territorio mexicano una industria que retuviera a los mexicanos (capacitación y calificación de la mano de obra), en su propio país fue el elemento nacional que, por otro lado, reafirmaba el proyecto del Estado mexicano para consolidar la conversión de la economía nacional iniciada en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, hacia una base industrializadora tomando en cuenta que en el discurso de los políticos y los promotores económicos, industrialización era (y sigue siendo) sinónimo de desarrollo y modernidad. Lo que en otra publicación se enunció como <>.[1]

Es por eso que en mayo de 1965, el gobierno mexicano dio a conocer una política de industrialización para la frontera norte. Inicialmente recibió el nombre de Programa de Aprovechamiento de la Mano de Obra Sobrante a lo largo de la Frontera Norte con Estados Unidos, fue oficialmente presentada como una solución para disminuir el desempleo. El municipio de Juárez participó como intermediario y “gestionó su resolución”, según las palabras del ex-alcalde Armando González Soto (1965-1968) quien recientemente a finales del mes de agosto del 2007 se quitó la vida en el interior de su vivienda. El ayuntamiento juarense mostraba un interés particular por un programa de gobierno que permitiera la creación de más fuentes de empleo en la ciudad:

“[…]Yo personalmente hablé con el Sr. Presidente de la república, Gustavo Díaz Ordaz, para pedirle la autorización del proyecto y que la federación no lo detuviera más, era una necesidad de los juarenses, no teníamos muchas opciones”.[2]

A través del PIF, se permitió oficialmente la entrada de las plantas maquiladoras a la frontera mexicana; es decir, de aquellas empresas extranjeras dedicadas al ensamblaje, acabado y procesamiento de materias primas, y de bienes intermedios para su exportación. Este programa de aprovechamiento de la mano de obra, por lo general agrícola, fue denominado posteriormente Programa de Industrialización Fronteriza. El esquema del PIF consistió en que firmas extranjeras trasladaran procesos productivos que requieren de un uso intensivo de fuerza de trabajo a zonas de bajo salario, de tal manera que lograran reducir sus costos de producción y enfrentar mejor la competencia en el mercado mundial. Las plantas se han trasladado no sólo a lugares con bajo salario, sino donde existe la estabilidad política y una habilidad no conflictiva (sindicalismo blanco, no militante ni combativo).

Los mayores beneficios de este programa gubernamental para las transnacionales, se obtuvieron a partir de las ventajas de emplear mujeres jóvenes y solteras, entre los 16 y los 24 años de edad, sin ninguna experiencia laboral previa, sorprendiendo con esta política empresarial a los propios funcionarios del municipio y el gobierno del Estado; pues les resolvía el desempleo de manera parcial. Pero provocando el desplazamiento del varón como jefe tradicional de la familia y creando a cabo de unas décadas el fenómeno de las familias monoparentales y la desintegración familiar, esta desestructuración de la familia en la frontera modificó los hábitos de consumo y alimentación en el Juárez contemporáneo. Para las mujeres fronterizas significó una mayor independencia económica y el inicio en los asuntos públicos de la ciudad.

Las formalidades del proyecto maquilador se obtuvieron en 1966, cuando el gobierno mexicano dio entrada a estas transnacionales. “El proyecto fue reglamentado mediante el decreto de 1966, “Programa de Aprovechamiento de la mano de Obra Sobrante a lo Largo de la Frontera Norte con los Estados Unidos” cuyos objetivos eran abatir el desempleo y estimular el proceso de industrialización en la frontera”.[3]

Pero en los hechos, la IME sorprendió desde un principio a la comunidad norteña y a sus representantes populares, al introducir una política donde se excluía a la mano de obra masculina privilegiando a una nueva fuerza de trabajo joven, inexperta y supuestamente manipulable. Y es tal vez esta anexión femenina a la producción que en México logra en poco más de una década desplazar a países del sureste asiático como principal socio de Estados Unidos y colocarse a la cabeza de las relaciones económicas, en cuanto a inversión se refiere, en el tercer mundo.

Así, desde 1965, algunas corporaciones estadounidenses instalaron sus empresas en esta ciudad como RCA, Surgikos y Acapulco Fashions, contratando en su gran mayoría a mujeres jóvenes que representaban una mano de obra barata y abundante, que según el tipo de trabajo, poseían características idóneas para desarrollar ciertas habilidades y destrezas, desplazando en un primer momento a los varones que se incorporaron a la fuerza productiva poco después con la apertura de las plantas que arribaron posteriormente a la ciudad.

Los ritmos de trabajo fueron idóneos para contratar a mujeres, ya que las primeras empresas se dedicaban a la selección de bonos a la producción de pequeños y diminutos componentes electrónicos que requerían de ritmos rápidos de trabajo para su manejo. A los varones los incorporaron a los trabajos de almacén, montacargas, vigilancia, supervisión, entre otros.

Poco a poco se fueron incorporando más plantas a Ciudad Juárez, lo cual, provocó un incremento en la demanda de la mano de obra, y después de tres décadas de auge y crisis, las corporaciones siguen aquí. En 1997, según datos de la Asociación de Maquiladoras A. C. (AMAC), se registraron como afiliadas 87 empresas, muchas de ellas con más de una planta, pertenecientes a diferentes corporativos que daban empleo a 88,928 trabajadores, donde el sindicalismo era casi nulo porque sólo nueve empresas poseían un sindicato (entre CROC y CTM),[4] además existía un porcentaje similar de empresas y empleados de maquila que no estaban afiliados a AMAC.

En la actualidad, existen más de 500,000 trabajadores(as) de maquila que dependen de manera directa o indirecta de esta actividad económica en la ciudad, y que hoy es la generadora más importante de recursos económicos del país después del petróleo y la principal fuente de divisas en el norte del país. Para 1999, se registraba la existencia de más de 400 plantas maquiladoras según el diario de mayor circulación de la ciudad.[5] Para el año 2000, se esperaba la llegada de 29 plantas industriales más a Ciudad Juárez, según informó la Secretaría de Comercio y Fomento Social (SECOFI) a través de los medios de comunicación.[6]

Lo que vino después de la recesión del 2001, fue el cierre de algunas plantas maquiladoras y el inicio de las nuevas políticas empresariales de la llamada reingeniería, que es el recorte de personal de nivel intermedio ocupado principalmente por jóvenes universitarios y profesionistas. La mayoría de ellos ingenieros (manufacturas, industrial, electricidad, electromecánica, etc.) y administrativos. Encargados muchas veces de la supervisión y administración de los centros de trabajo. El nivel técnico fue tocado poco después, cuando actualmente desde el 2008 la crisis económica fue aceptada como un fenómeno global que aqueja a todos los países del mundo, pero que tiene su epicentro en las economías más desarrolladas y por ello el cierre de fábricas en las periferias del tercer mundo.

SEGUNDA PARTE

El paro como categoría de análisis

En esta parte del artículo podemos evidenciar cómo las prácticas sociales (prácticas de hacer y producir) al interior de un centro de trabajo (industrial) pueden llegar a generar una construcción social (<>) en torno a las relaciones de poder existentes entre los objetos y sujetos de producción. Estas prácticas de producir y las relaciones de poder llegan a crear o al menos a evidenciar los fenómenos y estratos (formaciones históricas como la producción) que se presentan en la IME. Más adelante, se da una definición de <> como una propuesta teórica que apuesta a ser una herramienta de explicación de la IME.

Es evidente la existencia de una relación muy cercana de estos centros de trabajo a las observaciones hechas por Michel Foucault en sus textos La microfísica del poder[7] y La verdad y las formas jurídicas,[8] donde la disciplina, la autoridad y la obediencia, son categorías que dirigen la lógica de estos centros de trabajo (centros de producción). Al igual que este texto, donde se pretende resaltar la importancia de las relaciones de poder en el estudio de esta propuesta de categoría de análisis: el paro.

Qué se intenta hacer: aparecer aquello que ha permanecido hasta ahora más escondido. Oculto y profundamente investido en la historia de nuestra cultura: las relaciones de poder.[9] Estas relaciones se han modificado a lo largo de la historia, en el siglo XVII aparece una nueva forma de riqueza que se invierte en un nuevo tipo de materialidad que no es ya monetaria; sino mercancías, stocks, máquinas, oficinas, materias primas, mercancías de tránsito y expedición, que tienen como consecuencia un nuevo reordenamiento social, son la antesala de la era de la industrialización, y con ello otras relaciones sociales de producción y de poder.

Son estas relaciones de poder las que dan pié a la creación de novedosas categorías de análisis al interior de la IME, la cual es, para este artículo su espacio natural de estudio. Aquí, los nuevos sistemas de control social que fueron establecidos por el poder, la clase industrial y proletaria del siglo XVIII, se tomaron de los controles de origen popular o semipopular y se organizaron en una versión autoritaria y estatal del siglo XIX con la aparición del al Revolución Industrial. “A mi modo de ver, dice Foucault, éste es el origen de la sociedad disciplinaria; panoptismo”.[10] En la sociedad contemporánea el panoptismo es uno de sus rasgos característicos. Es una forma de control social que se ejerce sobre los individuos del mundo occidental a la manera de vigilancia individual y continua; como un sistema de castigo, recompensa y corrección, es decir, un método de función de ciertas normas. Estos tres aspectos de la sociedad panóptica (vigilancia, control-castigo y corrección) constituyen una dimensión fundamental y característica de las relaciones de poder que existen en nuestra sociedad.

Según Foucault, podemos afirmar que hoy en día vivimos en una sociedad programada por Jeremías Bentham, una sociedad panóptica, una estructura social en la que reina el panoptismo.[11] Esta idea esta finalmente aplicada en los centros de trabajo de la IME, donde la teoría del castigo subordina al hecho y la posibilidad de castigar donde ante la existencia de una ley explicita (reglamento interno de trabajo) y a la comprobación manifiesta de que se ha cometido un infracción por lo general reflejada en inasistencia (retraso o sabotaje) y finalmente en un castigo que tendría por función reparar o prevenir por medio de la infracción, en la medida de lo posible el daño causado de los posible, el daño causado a la empresa.

Esta teoría legalista (en cuanto normatividad se refiere, según Foucault), teoría social en sentido estricto, colectiva, es lo absolutamente opuesto del panoptismo planteado por Bentham. Es decir, la teoría legalista —del Derecho— desde los romanos hasta hoy en día ya no evita la existencia de la teoría de Bentham en el sentido de una teoría del castigo y la vigilancia de los individuos, y la cual aplica hoy a nuestros centros urbanos en proceso de maquinización.

En sí mismas las reglas están vacías, violentas, no finalizadas; están hechas para servir a esto o aquello, pueden ser empleadas a voluntad de éste o aquél. Donde el cuerpo esta aprisionado en una serie de regímenes que lo atraviesan; está roto por los ritmos de trabajo, el reposo y las fiestas; está intoxicado por venenos, alimentos o valores, hábitos alimenticios y la leyes morales, proporcionando resistencias.

Aquí decimos que desde cierta disposición espacial y social los individuos están sometidos a una única vigilancia, la de la institución, la cual subordina y castiga según su óptica. Con su estructura panóptica, tanto por su forma física como por su organización, estas fábricas se construyeron en Suiza e Inglaterra. En los Estados Unidos se crearon fábricas-prisión y fábrica-convento sobre la misma base. Incluso en México se construyeron prisiones con un sistema arquitectónico panóptico como el caso del penal de Lecumberri en el Distrito Federal.

Estos centros de trabajo —instituciones industriales— muy pronto demostraron que no eran viables ni gobernables. Las autoridades descubrieron que desde el punto de vista económico representaban una carga muy pesada y que la estructura rígida de estas fábricas-prisión conducía inexorablemente a la ruina de las empresas (estatales) debido a que no generaban un excedente económico o productivo, solo producían recursos para su manutención interna.

Realidad que ha cambiado en nuestra época. Todas estas instituciones totales como las llama Erving Goffman en su teoría, no tienen como finalidad excluir, sino por el contrario, fijar a los individuos. Aun y cuando sean instituciones privadas deben de generar beneficios sociales como fuentes de empleo y la creación de bienes de uso que son aplicados en sociedad.

Las fábricas o maquilas, no dejan fuera a los individuos, los ligan al aparato de producción como la escuela no excluye a las personas, aún y cuando los encierra, los fija a un aparato de transmisión del saber. Ahí que en las fábricas es preciso que el tiempo de los hombres y mujeres, se ajuste al aparato de producción, que éste pueda utilizar el tiempo de vida activo y de ocio, el tiempo de existencia de los hombres. Este es el sentido y la función de control que se ejerce.

Un rasgo característico de esta fijación al sistema de producción, como parte del mismo proceso de transición de una sociedad preindustrial a una industrial y últimamente a otra postindustrial, donde los obreros deben de utilizar sus economías (ingresos por trabajo asalariado) cuando les parezca; para hacer un festejo o mantener una huelga. Y en contra parte, surge entonces la necesidad de controlar las economías del obrero y de ahí la creación a partir de los años cincuenta de la caja de ahorro y préstamos por parte de la empresa, que drenan las economías del obrero limitando y manipulando su utilización. Este control económico manifiesta otra forma sutil de poder.

De aquí en adelante debemos de analizar la categoría de poder de una manera fuera de lo ordinario, o sea, desde la perspectiva focoultiana, donde la lógica es pensar en la existencia, de de un poder único, sino de que dentro de una sociedad, hay relaciones de poder extraordinariamente numerosas y múltiples, colocadas en diferentes niveles, apoyándose una sobre las otras y cuestionándose mutuamente. Estamos hablando de poder locales y regionales que, en este caso, a través de las relaciones de poder entre trabajadores de todos los niveles con la empresa, llegan a convertirse en pequeñas construcciones sociales, con una estructura bien definida, redes de comunicación según su espacio y cantidad de poder acumulado.

Es aquí donde aparece lo que llamaré en este texto el <>. Entendido no como una ausencia de actividad laboral o situación de desempleo, tampoco el paro como huelga o reivindicación organizada por los trabajadores, o el paro con un sentido médico (paro cardiaco), sino en el sentido estricto del caló fronterizo, donde se pide una ayuda, un favor, auxilio, lo cual implica una recompensa u otro paro (compromiso estricto de regresar el paro con otro) y que tiene su base en los nexos de solidaridad y amistad mutuas del que pide hacia el que auxilia o de manera inversa.

El paro en sentido popular es hacer un favor a alguien. Es por ejemplo: que el supervisor complete su meta de producción gracias al paro o ayuda de parte de los obreros al quedarse a trabajar tiempo extra para cumplir las metas de producción. Los obreros obtienen de estos paros pequeños beneficios por parte del supervisor, se teje un complejo sistema de privilegios, representados en los favores para poder ir al baño, salir a fumar un cigarro, cambiar la bata, no checar la tarjeta, entre otros.

Con el paro el operador logra algunos beneficios que hacen uso de él. Porque en realidad lo que sucede aquí, en estos centros de trabajo y sus relaciones intrínsecas de poder, es que ya no es la masa intelectual (conciencia e inteligencia), sino la masa física (el cuerpo que trabaja) lo que importa en este sistema productivo. “Las relaciones de poder son sutiles, múltiples y se dan en distintos niveles; no podemos hablar de un poder sin describir las relaciones de poder, tarea larga y difícil que acarrearía un largo proceso”.[12]

Debemos de analizar y describir lo que como consecuencia surge de estos procesos de poder entre agentes internos de los centros laborales, como el caso específico del surgimiento de configuraciones sociales y que hoy se integran en este artículo. Una primer pregunta ¿el cómo a través de las prácticas de hacer y producir, las formas de saber y las relaciones de poder —la lucha de unas fuerzas con otras— existentes al interior de una fábrica, se constituye una configuración social como el paro?

Entonces, se esta tratando al paro en su esencia, para lo cual manejamos también como hipótesis que la lógica de la maquila dependa ya en gran medida del mercado del paro, donde los grupos de producción, incluyendo al personal administrativo y de servicios (cafetería, limpieza, seguridad, sistemas, etc.), también son participes de la formación, existencia y uso del paro. Se hace hincapié en ver al paro de manera categórica como algo más que un simple modismo del caló fronterizo.

Es una herramienta útil para descifrar el mundo maquilador, desde el momento en que es usado como instrumento para la obtención de algunos beneficios por parte de los operadores y supervisores de producción. Y que si seguimos este uso como una lógica a partir de sus continuas prácticas podríamos utilizarlo para entender más las formas y las relaciones de producción y poder que en la IME se presentan en cada una de sus plantas industriales.

O sea, que el paro no sólo es usado de manera superficial e inconsciente, sino que existe en el usuario un uso consiente de ésta categoría y que representa entre los operadores y supervisores una forma de ayuda mutua para resolver los problemas que de manera cotidiana se presentan en el centro de trabajo, incluso fuera de él. Para los estudiosos de la IME debe representar una serie de redes sociales, relaciones sociales de producción y el uso de valores como la solidaridad y la tolerancia, todo esto en torno a la existencia de este concepto.



Las relaciones de poder desde la óptica foucaultiana

Ahondemos más en este meticuloso tema de las relaciones de poder, tratando de vincularlos a la maquila, según una perspectiva del poder según Foucault. “Que hombres dominen a otros hombres, y es así como nace la diferenciación de valores; que unas clases dominen a otras, y es así como nace la idea de libertad”.[1] El poder tiene distintas manifestaciones para dominar y someter, como lo son: el saber, la verdad y el derecho. Y es quien posee la verdad discursiva dentro de la fábrica quien ejerce el poder. En el caso de los operadores de la IME, la diferenciación con sus supervisores está marcada por el saber y poder que estos ostentan y que puede ser entendida como:

“...la exclusión de aquellos que no tienen derecho al saber, o quien no tiene derecho más que a un determinado tipo de saber; imposición de una cierta norma, de un cierto filtro de saber que se oculta bajo el aspecto desinteresado, universal, objetivo del conocimiento, existencia de lo que podría llamarse: los circuitos reservados del saber, aquéllos que se forman en el interior de un aparato de administración o de gobierno, de un aparato de producción, y a los cuales no se tiene acceso desde fuera”.[2]

Como podemos observar en la cita, si el poder existe, en consecuencia se ejerce; excluyendo y subordinando al otro —el que lo carece— limitando y fijando a la persona al sistema, según el espacio social en el que se encuentra ubicado el individuo en ese momento, ligando (en este caso) al operador a un aparato de poder donde lo que lo define como tal, son sus prácticas cotidianas y relaciones sociales de poder y de producción con los demás implicados (compañeros de línea y supervisores) dentro del proceso de producción.

Según Foucault sería un tanto ambiguo desarrollar las ideas de poder, sobre todo cuando la historia de las luchas por el poder y en consecuencia las condiciones reales de su ejercicio y su sostenimiento, sigue estando totalmente oculta. Lo que tenemos al alcance es una serie de conceptos y definiciones que se desprenden del discurso del poder. Relaciones de poder, circuitos reservados del saber, derecho, verdad, saber, castigo, disciplina, entre otras, que dejan en claro la vida interna de la maquila como centros de laborales y las categorías y configuraciones sociales que ahí se crean, se modifican o se innovan (producción, proceso, sistema, área).

Por ejemplo, los cuadros técnicos del sistema industrial con la división del trabajo, a través de ella y gracias a ella se construyen todo un mecanismo de apropiación del saber, que oculta, confisca y descalifica el saber obrero. Indudablemente, la producción vista como sistema, posee mecanismos e instrumentos de poder —discurso, conocimiento— que someten al hombre, pero aquí sólo habría que aceptar que en el sistema penal, el poder si muestra en el modo más manifiesto (una aclaración de importancia). O sea, el sistema de producción liga al individuo y no lo recluye ni excluye (como el sistema penal) del aparato de poder. Es decir, los liga al aparato de poder pero los excluye o trata de excluir del ejercicio del poder.

El poder se muestra al desnudo, pudiendo comparar el sistema penal con el sistema de producción. El resultado de las fricciones entre los agentes y sujetos sociales de la maquila, logra que se desarrolle una lucha alrededor de un centro particular de poder (uno de esos innumerables y pequeños focos que van desde un jefecillo, un guardia, un supervisor, o jefe de grupo que tienen como resultado, un protagonista con determinada carga de poder a su disposición. Aquí, se crea un triangulo en el cual el deseo de poder relaciones de poder quedan de manifiesto:

“Las relaciones entre deseo, poder e interés, son más complejas de lo que originalmente se piensa, y resulta que aquellos que ejercen el poder no tienen la fuerza interés en ejercerlo, aquellos que tienen interés en ejercerlo no lo ejercen, y el deseo de poder juega entre el poder y el interés un juego que todavía singular”.[3]

Como el caso del poder institucional de un supervisor por parte de la empresa, el cual puede o no ser ejercido. O el de un operador que desearía el poder institucional y no puede ejercerlo. Existe pues, un ejercicio institucional y de su administración y que inmediatamente si se le quiere describir nos reenvía a estas estrategias de dominación a las que se refieren nociones y conceptos tales como autoridad, obediencia, vigilancia corrección.

El esquema con el que se hace la lectura de la fábrica es el de una sociedad disciplinaria, panóptica, y que vive su tránsito a una sociedad de control donde el biopoder y la biopolítica aparecen como formas de poder. Donde la biopolítica es una respuesta al biopoder que el Estado ha impuesto a la vida cotidiana de los ciudadanos. “El panóptico ha sido una invención tecnológica en el orden del poder, como la maquina de vapor en el orden de la producción. Esta invención tiene esto de particular: que ha sido utilizada en un principio en niveles locales: escuelas, cuarteles, hospitales, fábricas”.[4]

Para concluir, podemos añadir que en la sociedad existe según el sociólogo francés, la coexistencia de una teoría legalista del derecho y una teoría de las disciplinas (diagrama disciplinario). En las sociedades modernas específicamente, hay una legislación y un discurso, una organización del derecho público, articulado en torno al principio del cuerpo social y la delegación por parte de cada uno. Por otra parte, esta presente una cuadriculación compacta de coacciones (prácticas, hábitos) de este mismo cuerpo social. Es decir, que los poderes se ejecuten a través de las relaciones de poder, a partir de un derecho público de la soberanía y una mecánica poliforme de las disciplinas (del como vigilar y castigar), mediante la trilogía del poder vigilancia-control-corrección, la prohibición aparece como la única fórmula de poder.

Entonces la teoría como caja de herramientas querrá decir que se trata de construir no un sistema, sino un instrumento, una lógica propia a las relaciones de poder y las luchas que se establecen alrededor de ellas. En este caso, en un centro laboral dentro del cual se presenta, desarrolla y revitaliza el par, una construcción social, entendida como una categoría de análisis e instrumento o herramienta para entender el sistema.

El paro, entonces es el resultado de una lucha de estrategias de poder, en donde existe un agente protagónico y un actor social antagónico en disputa por los pequeños beneficios que le genera un paro a través de una relación de poder poliforme y bilateral con la presencia necesaria de; la autoridad y la obediencia (condicionada a un castigo) como categorías del poder, además de un saber que se incluye para imponer una verdad y obligar la obediencia.


Conceptualización del paro: una experiencia empírica

Después de abordar con Michel Foucault la cuestión del poder y en específico una de sus manifestaciones, las relaciones de poder, podremos llegar a una Conceptualización del paro, que sirva de base metodológica para entender y detallar más esta propuesta de categoría de análisis, en un intento de aportar algo a la sociología de frontera[5] y su estudio regional.

Este concepto no es más que la interpretación transcrita de puño y letra de lo que los operadores y supervisores asimilan como paro. Basado en métodos etnográficos como lo es la observación participante (la técnica primordial de la etnografía), la cual consiste en que el investigador esté inmerso en su objeto de estudio y participe de lo que ahí suceda, tratando al máximo de que la información no se contamine por prejuicios al momento de su utilización.

El que indaga, desarrolla una idea del escenario y construye su cuerpo de conceptos y definiciones, si no cuanta con ellos. Esta técnica de la observación participante nos muestra en general que la imagen preconcebida que tenemos de la gente que intentamos estudiar puede ser ingenua, engañosa o completamente falsa. La mayor parte de los observadores participantes tratan de entrar en el campo sin hipótesis o preconceptos específicos, como en este caso desde 1994, cuando se inició la investigación. Y se prolongó hasta el año 2000, después se incluyeron el fenómeno de la salida de plantas maquiladoras a lo largo de la frontera debido a la recesión del 2001, su regeneración y su nueva crisis del 2008.

El concepto que se presenta a continuación, es la interpretación del autor a partir de una lectura minuciosa y paciente de toda la información que se logró digerir y reciclar para la elaboración del texto. El concepto nos dice; el paro tomado del caló fronterizo como modismo de nuestro idioma español, entiéndase como todos aquellos nexos de solidaridad, reciprocidad y/o amistad que tienen como fin la resolución de un problema y que tienen como consecuencia la obtención de pequeños, medianos y grandes beneficios —físicos, económicos, sociales, políticos y sexuales— y que implica el reconocimiento y aceptación de un compromiso al ayudar a la obtención de un beneficio. El paro usa como eje central este compromiso.

En ese sentido nos podemos dar cuenta de que el par no se da de manera unilateral, sino que deja en claro que éste se desarrolla y usa bilateralmente. Es decir, que el paro va y viene de un cuerpo a otro, que es recíproco y atraviesa las jerarquías de manera vertical o que puede de manera horizontal ser utilizado por otro grupo con mayo cantidad de poder. Su uso, también a nivel individual (una especie de contrato informal entre individuos).

Lo realmente interesante del paro, es que puede ser utilizado en determinado lugar y en otro espacio del centro de trabajo se esté dando uso al mismo tiempo de este paro, o sea, que habita de manera espacial y temporal en todas partes, es más, en un lapso muy pequeño se pueden estar generando y usando en lugares distintos, con distintos actores y agentes muchos paros. Incluso, puede ser generado en el interior de la fábrica y devuelto en otro espacio fuera del centro de trabajo (la esquina, el barrio y la colonia).

Esta particularidad que lo define como algo local, micro, y traza su orientación teórica, también lo acerca a algunos mecanismos de resistencia (ausentismo, rotación y sabotaje) que también aparecen y desaparecen y en distintos lugares a destiempos de una manera espontánea o predeterminada haciendo todo esto del paro simplemente sorprendente.

Otras preguntas de investigación son ¿si en realidad a los agentes de la producción les es útil el paro?, ¿el paro busca en el cuerpo del individuo una hábitat temporal o permanente?, ¿cómo podríamos medir la duración de su utilidad? En fin, cuestionamientos que sólo con el desarrollo de siguientes investigaciones podremos despejar.

Paro, saber y poder

Esta parte del artículo se sustenta en el discurso producido por Michel Foucault, apoyado en Guille Deleuze en cuanto a su justificación metodológica-académica, para completar el marco teórico del trabajo. En principio, planteamos categorías que utiliza Foucault en su diagrama disciplinario de sociedad de control y en su arqueología del saber, los cuales no son fáciles de desarrollar. Para esto, trabajaremos con las estrategias o lo no estratificado y con los estratos o formaciones históricas que me darán como consecuencia inmediata estas dos categorías, para relacionarlas y buscar semejanzas con la categoría paro.

Antes de iniciar, basta recordar que manejaremos nuevas categorías —en este trabajo— como estrato (formaciones históricas) donde el saber se concibe a nivel de forma. Los estratos emergen con contenidos de visibilidad y enunciación (discurso); tal es así que al igual que como lo describe Deleuze:

“En la época clásica el manicomio surge como una nueva manera de ver y hacer ver a los locos, más tarde en otras condiciones, ocurrirá lo mismo con la prisión como una nueva manera de ver y de mostrar el crimen, y con la delincuencia como nueva manera de decir”.[6]

Y en la época contemporánea, la industria como institución aparece para evidenciar en ella la producción. A partir de esta referencia, nos dedicaremos a trabajar como primera categoría el “saber”, la cual la podemos analizar como estrato o formación histórica, es decir, lo visible, lo enunciable. Tratando de dar una definición de estrato, lo podemos entender como las formaciones históricas o empiricidades, hechas de cosas y palabras, de ver y hablar, de lo visible y lo decible, de superficies de visibilidad y de campos de legibilidad, de imagen y de texto.

El saber como una arqueología, consta de dos elementos de estratificación: lo enunciable y lo visible, las formaciones discursivas y las no discursivas, las formas de expresión y las de contenido. Entonces:

“el saber es un agenciamiento práctico, un dispositivo de enunciados y visibilidades, no hay nada pues, nada bajo el saber (aunque haya, ya lo veremos, cosas fuera del saber) el saber es la unidad de estrato que se distribuye en los diferentes umbrales, mientras que el estrato sólo existe como la acumulación de esos umbrales bajo diversas orientaciones y la ciencia sólo es una de ellas”.[7]

Estos elementos, enunciados y visibles (cosas-palabras), no son más que hablar, escuchar y ver. Donde hablar-escuchar nos remite a un enunciado y ver nos liga a una imagen, en sí, a una visibilidad. Además de relacionar, fijar, hablar a las palabras y el ver a las cosas.

El saber se presenta como una estratificación compuesta por lo que es enunciable —una cierta cantidad de discursos— y lo que es visible (imágenes), y que lo verdadero se presenta al saber a través de las problemátizaciones y que éstas sólo se hacen a partir de prácticas cotidianas y habitus, prácticas de ver, de decir y de hablar.

El saber tiene en consecuencia como referente a las palabras y las cosas, quedando lo enunciable como parte de un discurso, de un texto y lo visible como imagen, como cosas. “El enunciado tiene primacía en virtud de la espontaneidad de su condición (lenguaje) que le proporciona una forma determinante. Lo visible, por el contrario, en virtud de la receptividad de la suya (luz), sólo tiene la forma de lo determinable”.[8]

Así, el “saber obrero” —como lo llamaremos aquí— en la maquilas no es más que un discurso o forma de saber, un conjunto de enunciados, de palabras, pero también de cosas que giran en torno a imágenes y contenidos específicos de ese saber obrero y saber no obrero; a los enunciados y discursos de la institución industrial, a esas formas de expresión que anteponen un saber a otro, legitimando y dando credibilidad a uno para subvalorar al otro.

El “saber institucional” sobrepone sus enunciados y visibilidades a los discursos y forma de expresión obrera, excluyendo y negando otro tipo de saber que no sea el institucional. Estamos hablando de una lucha de estrategias entre enunciaciones y visibilidades, de una confrontación en una misma arqueología del saber local. Es aquí, que el saber obrero intenta a través de sus prácticas cotidianas (de ver-hablar, de hacer-producir) implantar lo suyo como verdadero, quedando al fin vencido por un régimen de enunciados del aparato de producción.

Pero en algunas ocasiones ese saber obrero que se apoya en un discurso cargado de un corpus de conocimientos eficiente en cuanto a sus experiencias, destrezas y habilidades de las prácticas cotidianas, se transforma en relaciones de poder a su favor. En innovaciones inéditas llenas de imágenes diferentes a las del aparato institucional, en redes de solidaridad con intermediarios de la empresa, como los supervisores cargados de cierto nivel de poder logrando de vez en cuando anteponer su saber obrero producto de la experiencia a ese circuito reservado del saber institucional. Quedando al poco tiempo y de antemano fijado, y ligado a la producción como sistema, no sólo al proceso; deja de pertenecer entonces a ese saber subalterno para ser aplicado y redistribuido de nuevo a los cuerpos de los individuos en saber institucional, en un saber que copta, adopta, adapta, reconstruye y redistribuye el resultado de aquella lucha de estrategias de saber y verdad. Excluyendo al fin de cuentas el saber obrero.

Saber que en analogía con el saber académico, donde se tiene por objeto ligar al alumno a un aparato de transmisión del saber, este saber institucional de la empresa maquiladora tiene por objeto fijar al operador a un aparato de la producción, como una parte más del proceso productivo. Hemos de aclarar que el saber se entiende como estratificado en cuanto a su enunciación y visibilidad, enunciación que puede ser inagotable como la misma historia de las ideas y de la locura.

Pasemos a explicar el poder, que por el contrario al saber no se encuentra en forma estratificada, sino en una microfísica. No en términos de miniaturización del poder, hablamos de su espacialidad y ubicación. El poder es en representación firme lo no estratificado, lo que puede o no sufrir una reorganización espacial en su distribución de fuerzas. Es decir, que debido a su campo de fuerza, se pueden reacomodar según sus luchas de estrategias y la primacía final de unas sobre las otras.

El poder que entendieron algunos teóricos como Marx y Maquiavelo es total y totalizador, en tanto que para Foucault, es trabajado microfísicamente dando pie con esto a una discontinuidad y ruptura en este análisis clásico de poder totalizado. Pero al mismo tiempo estos poderes microfísicos, locales, no son más que poderes multiplicados y dispersos en todas partes representados en fuerzas.

Foucault plantea un poder descentralizado más que destotalizado, nos habla de un poder no único, nos insiste en la existencia de una multiplicidad de poderes en muchas partes a la vez. En su definición de poder deja en claro que el poder es una relación de fuerzas y que estas fuerzas no tienen otro objeto ni sujeto que otras fuerzas. Para nuestro autor, las tesis del poder tiene tres afirmaciones: a) el poder no es esencialmente represivo, b) el poder se ejerce más que lo que se posee; y último c) pasa tanto por lo dominados como por los dominantes, no se estanca, viaja incesantemente ejerciéndose en un continuo de cuerpos sin que estos sean objeto ni sujetos de un poder permanente, sólo los atraviesa.

El poder en su ejecución o su parte represiva y ese navegar por los cuerpos de los individuos, tiene como función educar, cuidar, castigar, controlar y hacer producir, tomando como lugares de aplicación a presos, alumnos, locos, enfermos, soldados, obreros, entre otros, todo este poder es administrado desde una lógica disciplinaria o panóptica.

De acuerdo a lo anterior, las relaciones de poder no son emanadas desde un punto central o de un núcleo de soberanía, sino que frecuentemente van de un punto (cuerpo) en un campo de fuerzas, señalando inflexiones, retrocesos, inversiones, giros, cambios de dirección y hasta encontrando resistencias. Es por eso que no se localizan de forma visible o enunciable, se constituyen en una estrategia o puntos de luchas entre relaciones de poder.

Son casi virtuales, inestables, aparentes, escurridizas a la mirada y a la escritura, incluso para el observador participante. Pero aun así, el poder está en primacía sobre el saber al igual que las relaciones de poder sobre las relaciones de saber, puesto que las de saber no tendrían nada que integrar en su contenido si no existen las relaciones de poder. Son relaciones plasmadas en el diagrama disciplinario. En la maquila (que es donde nos interesa observarlas) como objeto de estudio, es el de imponer como tarea primordial y prioritaria la producción a través de la aplicación de una lucha estratégica entre las relaciones de poder, encontrándose de un lado el obrero y en contraparte la institución, con sus intermediarios los supervisores y gerentes.

Este conjunto de individuos y cuerpos, luchan por imponerse los unos sobre los otros, se organizan y ponen a funcionar sus redes de poder en una sola dirección, la resistencia al diagrama disciplinario de la institución. Este aparato de la producción liga sus tiempos a sus procesos, sus ritmos a los tiempos y movimientos de la línea e impone su saber como instrumento de autoridad; la obediencia está condicionada a un régimen de enunciados, a un aparato de poder institucionalizado.

Las pequeñas redes entre operadores en ocasiones logran beneficios venciendo al diagrama de control de la maquila, a través del manejo cauteloso del paro, pues éste les permite el comprometer a la empresa (obediencia condicionada) a un cese de resistencia de fuerzas. Hay que recordar que la fuerza no tiene otro objeto que otra fuerza, no los cuerpos en ellos sólo atraviesa sus luchas y estrategias.


La fuerza del aparato no implica imposición total, puesto que toda fuerza obrera posee una resistencia inagotable. Es por eso que en ocasiones el sistema ceda ante lo sistematizado. El paro sería como un puente entre puntos, de puntos que al igual que el poder se multiplica, circula entre individuos; categorías que relacionaremos un poco más adelante. El poder en la fábrica no es unilateral, aparece entre ambas partes distribuido entre las luchas de estrategias, fuerza, redes de poder, imposiciones de tareas, que no excluyen ni al aparato ni al poder obrero. Todas éstas giran en torno a las relaciones de poder existentes encabezadas por unos o por otros.

En fin, poderes virtuales, ni visibles ni enunciables, no estratificados, sino hallados en espacios micro como el caso de la maquila: fuente de relaciones de poder, de círculos reservados del saber y sobre todo del fin último llamado producción. La producción como objetivo de cualquier maquila ha creado para sí (ni en cuanto su proceso) un sistema que consta de un propio discurso, sus relaciones de poder, agentes y actores (cuerpos e individuos), campos (líneas, patios, camión, etc.). corpus de conocimientos, redes y nexos de solidaridad representadas por el paro; además de fenómenos como la rotación, el sabotaje y el ausentismo, acontecimientos que no alcanzaremos ha tratar de relacionar, dando pié a otros temas tales como la producción, los usos de este paro, las relaciones que surgen entre rotación-ausentismo y el paro, dando origen a un nuevo discurso alternativo.

Pero el paro en relación con el saber y el poder, es más una parte de un estrato que deviene de y a partir de la producción, en el entendido de que la producción, como evento histórico, también es una formación histórica, donde existe enunciación y visibilidad, sin intentar siquiera con esto decir que tratamos de formular una arqueología del trabajo; sólo poner en un espacio específico, en un nivel categórico a la producción.

¿Pero cómo es que este nuevo evento histórico, la producción, hemos encontrado una nueva categoría de análisis? El paro, podría decirse que surge como el resultado de la relación entre formas de saber y los puntos (cuerpos) de poder existentes en una línea, rotary (línea de trabajo giratoria), un almacén, un departamento administrativo o todos aquellos espacios que delimita las diferentes territorialidades dentro de la IME.

El paro nace entonces formado redes, nexos de solidaridad entre los actores y agentes de la producción; que buscan beneficios a partir de un saber obrero, de cierto poder obrero. El paro tiene para sí una cantidad (no cuantificable) de saberes y fuerzas que influyen en otras fuerzas dando pie a una relación de poder. Estas relaciones de poder tienen su genealogía en las prácticas cotidianas y hábitos que los operadores y supervisores adquieren no sólo del proceso de producción, sino de éste como sistema, como aparato encargado de innovar tecnologías blandas y rígidas para implantar la producción como credo, como la esencia de la institución.

El paro se convierte en un puente entre las formas de poder y de saber y definitivamente obedece a los juegos del saber y las estrategias del poder. Utilizando el paro, un obrero de maquiladora se enfrenta a la institución, le ayuda a sobrellevar dentro de ella, le hace la vida más llevadera y, al mismo tiempo, obtienen beneficios que de otra manera le son negados o a los cuales no tiene acceso, de igual forma, el paro representa una forma de resistencia al poder ejercido contra su persona. El paro es liberalizador y puede ser leído como una inmunización contra el poder institucional formalizador. Es al final de cuentas, él recupera parte de la solidaridad perdida y el quiebre del entramado social en tiempos de crisis social y económica.



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Zavaleta Betancourt, José Alfredo (Coordinador). La seguridad pública local. Inseguridad, delincuencia y participación ciudadana en Ciudad Juárez, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología-Presidencia Municipal de Juárez, México, 2007.

Otras fuentes

Diario de Juárez. Nuestras Manos, Ciudad Juárez, 1 de enero de 2000.

Diario de Juárez. Nuestras Manos, Ciudad Juárez, 6 de enero de 2000

Entrevista con Armando González Soto. Programa televisivo Pido la palabra, Canal 44, Ciudad Juárez, 2 de febrero del 1999.

Documento: Asociación de Maquiladoras A.C. (AMAC), Estadísticas correspondientes al mes de abril, Ciudad Juárez, Chih., 1997.

Le Monde Diplomatique edición en Español, Ignacio Ramonet, Impacto global, noviembre de 2008, p. 1.























[1] Michel Foucault. La microfísica del poder, Las Ediciones de la Piqueta, México, 1990, p. 18.

[2] Ibídem, p. 32.

[3] Ibídem, p. 85.

[4] Idem, p 118.

[5] Sobre este esfuerzo de hacer una sociología de frontera véase de Luis Alfonso Herrera Robles y Luis Lara, ¿Una sociología de la frontera? en Revista de las fronteras, No. 2, Año 1, Otoño de 2005, UACJ, pp. 37-40.

[6] Guille Deleuze. Foucault, Paidós, México, 1991, p.76.

[7] Ibídem, p. 79.

[8] Idem, p. 96.














[1] Léase de Luis Alfonso Herrera Robles. El desgobierno de la ciudad y la política de abandono. Miradas desde la frontera norte de México, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México, 2007.

[2] Armando González Soto. Programa televisivo Pido la palabra, Canal 44, Ciudad Juárez, 2 de febrero del 1999.

[3] Cirila Quintero. La sindicalización en las maquiladoras tijuanenses, COLEF, México, 1990, p. 35.

[4] Asociación de Maquiladoras A.C. Estadísticas correspondientes al mes de abril, Ciudad Juárez, Chih., 1997.

[5] Diario de Juárez. Nuestras Manos, Ciudad Juárez, 1 de enero de 2000.

[6] Diario de Juárez. Nuestras Manos, Ciudad Juárez, 6 de enero de 2000.

[7] Michel Foucault. Microfísica del poder, La piqueta, México, 1980.

[8] Michel Foucault. La verdad y las formas jurídicas, Siglo XXI, México, 1992.

[9] Ibídem, p. 38.

[10] Michel Foucault. Op. cit. p. 38.

[11] Cfr. Jeremias Bentham. El Panóptico, Las Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1989.

[12] Ibídem, p. 169.






















[1] Ignacio Ramonet. Impacto Global, Le Monde Diplomatique en español, año XIII, No. 157, Noviembre de 2008, p. 1.

[2] Para una historia completa de las políticas migratorias de los Estados Unidos léase de Carlos González Herrera. La frontera que vino del norte, Taurus, México, 2008.












[1] De Immanuel Wallerstein. Análisis de sistemas-mundo. Una introducción, Siglo XXI, México, 2006, del mismo autor, Las incertidumbres del saber, Gedisa, Barcelona, 2004. Y de Giovanni Arrighi. Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Ediciones Akal, España, 2001 y del mismo autor, El largo siglo XX, Ediciones Akal, España, 1999, y Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI, Ediciones Akal, España, 2007.

[2] Daniel Bell. El advenimiento de la sociedad postindustrial, Alianza Editorial, Madrid, 2006.

[3][3] Alain Touraine. Un nuevo paradigma para entender el mundo de hoy, Paidós, Barcelona, 2005.





















[1] Véase respecto al llamado trabajo inmaterial Toni Negri. Movimientos en el imperio, pasajes y paisajes, Paidós, Barcelona, 2006, y sobre los valores postmateriales Ronald Inglehart. Culture Shift in Advanced Industrial Society, Princeton (N.J.), Princeton University Press, 1990.

[2] Toni Negri. Movimientos en el imperio, Op cit., pp. 149-150.

[3] Jorge Carrillo. Reestructuración industrial, Colegio de la Frontera Norte, México, 1989, p.14.























[1] José Alfredo Zavaleta Betancourt (Coordinador). La seguridad pública local. Inseguridad, delincuencia y participación ciudadana en Ciudad Juárez, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología-Presidencia Municipal de Ciudad Juárez, México, 2007.


























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